Guardiola, Zidane, Blanc, Simeone…pero también el Barça, el PSG, el City e incluso el Benfica. ¿Por qué no el Atleti y su roca, el alma del Calderón?. A todos le une una línea más allá del destino. Cualquiera de ellos va rumbo a la Historia. A la suya y a la del torneo más fascinante que existe: la Champions.
Será la primera de Guardiola fuera del Pep Team, de Zidane como jefe del vestuario blanco, de Blanc, campeón de todo con Francia, del apasionado Cholo Simeone bajo la luz del milagro de los penaltis dos años seguidos…Del PSG o el City, equipos vírgenes, piezas de oro macizo aún por cotizar en el mercado de los títulos. Pero hay mucho más: La vieja ánfora que aquel Benfica del mítico Eusebio levantó dos veces consecutivas tras vencer a Barcelona y Real Madrid en los 60. Un campeón maldito desde entonces por su técnico y mentor Bela Gutmann a su marcha: “sin mí, no ganaréis un título europeo en 100 años”. Y ya han perdido 8 finales -5 Copas de Europa y 3 Uefas- desde entonces…Una dinastía incipiente, heredera directa de la del Madrid de Di Stéfano, sepultada durante décadas en pleno apogeo. Este año en Lisboa, las águilas pretenden continuar su vuelo contra todo pronóstico ante el Bayern, contra un maleficio que dura ya más de medio siglo.
Con o sin hechizos, el corte de Octavos ha vuelto a demostrar que no hay nada ganado por plantilla, presupuesto, ventaja en la ida…ni siquiera por, y exclusivamente, por fútbol. Hay algo más y va más allá de la suerte o la fortuna. Hablamos del Factor Emocional: el deseo que metió al Bayern contra la Juve cuando sonaba la campana en el ring de Munich. La resistencia moral del Atlético o cuando el público es tu mejor aliado para desenredar los nervios de una tanda al límite del error.
El Wolfsburgo
No hace falta pensar en lo del Schalke04. Aquella noche fue demasiado oscura y larga para un Bernabéu que daba por sentado un fácil pase de los suyos tras la ventaja de la ida, en Alemania. El pase llegó pero, con él, las dudas para el aspirante. Cada partido moldea el ánimo de los equipos, los dota de aura, un traje con el que también salen a competir.
El Decacampeón frente a un equipo rápido y rotundo. Los lobos de la Volkswagen. Muchos, fuera del Madrid, se dedican a ningunear a un rival que la temporada pasada, con el mismo Dieter Hecking que hoy los dirige, fue subcampeón de la Bundesliga con sólo 8 goles a favor menos que el Bayern. A los bávaros los ganaron por 4 a 1 y fueron los primeros en hacerlo, en romper esa coraza impenetrable, el traje de invencible con el que el equipo de Guardiola se había exhibido por toda Alemania hasta ese momento. Aquel Wolfsburgo los destrozó a la contra. Venció con inteligencia pero desde el corazón, el factor emocional del que hablamos: fue el mejor homenaje a Junior Malanda, su compañero fallecido en accidente de coche antes del partido.
El equipo de Hecking, mejor técnico de la pasada Bundesliga, además ganó un título importante como la Copa alemana ante el Borussia Dortmund, al que fue capaz de vencer también en liga. Cayó en Cuartos de la Europa League ante el candidato Nápoles pero antes había eliminado, tras vencer en los dos partidos de Octavos, al Inter de Milán. Entonces su estrella era Kevin De Bruyne, hoy bajo bandera citizen. Y reemplazarlo sigue siendo su objetivo.
Savia joven. Fortalezas de siempre.
Sin complejos ni nada que perder. Un público que hace de un estadio de talla media, caben 30.000, un ambiente mayúsculo, como casi toda la Bundesliga.
La dupla Draxler-SchÜrrle
Talento puro. Al primero tuve la suerte de verlo cuando tan sólo era infantil en su equipo de siempre: el Schalke 04. Es un 10 que toca y lee, que llega y marca. Fichado por 36 millones de euros con 22 años. Alemán y reemplazo “natural” de De Bruyne porque se mueve en espacios entrelíneas y por todo el frente. El segundo ha tomado horas de vuelo en equipos como el Chelsea y la Selección alemana donde comparte vestuario con el propio Draxler, Kroos u Özil entre otros. Marcó para la campeona del mundo en Brasil 3 tantos. Y es el motivo por el que cambió el sur de Londres por el norte de Alemania. Mou quiso retenerlo en los blues pero Joachim Low lo animó a fichar por el Wolfsburgo: menos mediático pero más minutos en cancha, en el escaparate. Su juego encaja al dedillo con el de su nuevo club: directo y a la carrera. André ahora es libre en tres cuartos. Desde ambos costados conduce, asiste o marca. Se clava en el área rival porque sin el gigante holandés Bas Dost, veremos si llega y cómo al cruce, el Wolfsburgo juega sin 9 referente, con Max Kruse de segundo delantero. Un punzón móvil, inteligente y reactivo al más puro estilo del 7 alemán de toda la vida. Genera espacios para las llegadas en vuelo de SchÜrrle y Draxler o del propio Kruse cuando deja de estar para aparecer. Su mejor virtud junto al golpeo sorpresa.
El balón parado de la zurda suiza de Ricardo Rodríguez, un fajador en el costado izquierdo que protege el balón con su físico al estilo Carvajal, el dinamismo y área de influencia de Guillavogui, exatlético que va y vuelve por la perpendicular del campo de frontal a frontal. Es un equipo construido bajo los viejos pilares del fútbol teutón: intenso e inagotable. La horizontal es cosa del exbávaro Luiz Gustavo.
Vulnerable atrás.
Gustavo, no siempre Guillavogui, ejerce de protector para un eje defensivo que aporta menos seguridad de la deseada para mantener una portería a cero que defiende Casteels. Al belga le gusta mandarla a campo rival para ahorrar riesgos en campo propio. Atrás Naldo cayó lesionado en el hombro contra el Bayern, equipo del que provienen el propio Gustavo y Dante, el central que ordena a voces, ya desde el túnel, y manda la línea de retaguardia muy arriba, hasta casi el centro del campo. Junto a los mediocentros recuperan en territorio propio muy cerca de la frontera y lanzan la contra con menos metros por delante. También ejercen presión alta cuando conviene. Son jóvenes y van bien de “piernas” como se dice en el argot técnico, es decir, fondo físico para elevar una marcha más el partido. Les falta por explotar: el control del tempo, la línea defensiva donde cometen errores en salida de balón, y el disparo de media distancia como recurso, apenas marcan así en Bundesliga. Bas Basgol Dost es de los que se atreven con todo y su más de metro noventa sirve incluso para despistar. La juega con toda la intención y siempre hace daño aunque no moje. En racha, si tiene el día, simplemente imparable.
Los errores a su espalda los pagan y muy caro. Cuando se habla de equipo irregular por resultados se olvida que quien más lo es, es quien más gana y sólo uno, y su rival hasta la última parada, lo han sido durante el curso. Es decir, ser regular y fiable está al alcance de pocos. Este no parece el mejor año en liga del Wolfsburgo pero tampoco lo está siendo del Real Madrid donde Zidane está consiguiendo fondo de armario: un complemento, una prenda para cada ocasión. Casemiro es el mejor ejemplo, porque “cada partido es diferente” como reitera el héroe de la Novena. También profundidad de banquillo: “Los quiero a todos” responde Zizou cada vez que lo instan a dar sus elegidos como si la Copa de Europa se ganase con un único once. Y ante el momento de forma y las lesiones de los teóricos principales, el galo está estirando una plantilla diseñada precisamente para eso: crecer y durar. Jóvenes con talento a los que se pide hambre y evolución en el club que más se exige a sí mismo. Hoy a nadie sorprende ya la talla futbolística de Lucas Vázquez o Keylor Navas y la omnipresencia del diminuto Luca pero gigante Modric.
Las diferencias se siguen marcando en las áreas. Muchos juegan, algunos deciden pero para todos cada choque, cada cruce, significa sobre todo oportunidad. Para el Madrid: demostrar que su hegemonía europea continúa. Para el Barcelona: que él es el primero en levantar dos Champions seguidas. Para el Atleti: que a la tercera va la vencida y el Cholismo llega a lo más alto. Una jugada, un solo minuto puede ser suficiente para cumplir, por primera vez, el sueño de todos.