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ZINEDINE YAZID ZIDANE por @adacastaneda73 |
Pocas veces reconoces estar ante él,
en sus manos. En ocasiones llama a la puerta. Puede que simplemente
irrumpa…tirándola abajo. Es él. Y aquella agitada y húmeda noche de Mayo
sucedió.
En ese mismo lugar todavía quedan
las huellas. Los ecos de la mejor de todas las finales de la Copa de Europa. Cuatro
cambiantes décadas que sirven de recordatorio más que de recuerdo. Algo por lo
que reconocer y amar la belleza de lo que llamamos fútbol pero que,
seguramente, trascienda más allá.
Aquella final del 60 se ha emitido
por la cadena BBC cada Navidad desde entonces. Dos equipos sin ataduras volaron
para alcanzar un cifra tan redonda como desigual: 10 goles. El 7-3 del Madrid
de Di Stéfano y Puskas al Eintratch de Frankfurt. Lo llamaron El Mejor Partido de Todos los Tiempos…
El tiempo quiso que casi medio siglo
después, y en el mismo Hampden Park, el
Madrid se midiese otra vez frente al espejo alemán. El sinónimo y el reflejo del
poderío y la tenacidad sin reservas.
Con el partido camino a la prórroga,
la incómoda trinchera donde caer o mantenerse todavía con vida en el campo de
batalla, llegó Él. Un gol que decide quién es el ganador del último duelo.
Vencer es la consecuencia pero, la realidad de ese momento, nos cuenta mucho
mas: Un balón al aire, impulsado desde el cañón de Roberto Carlos, como una
moneda…justo al corazón del área…Tardó en caer casi tres interminables
segundos. Y allí, a su encuentro, bajo la fina lluvia de Glasgow, una estatua
perfecta con el rictus de una esfinge, la zurda de un diestro convertida en
latigazo imposible hacia el portal alemán…
La volea de Zidane es una resplandeciente dosis de
inspiración y osadía a la física. Pero es, sobre todo lo demás, el
shock. Un parpadeo que nos sacude a todos antes de llegar a comprender
ese presente que ya es historia…
Nadie esperaba tal culminación. Quizá
solo Yazid,
en casa siempre llamaron a Zidane por su segundo nombre, creyó en ella con la
fe de ese niño que aún llevaba dentro. Que siempre lo impelía. Con la
determinación de quien aprendió en la calle. A sobrevivir. A destacar por
ofrecer algo distinto. Y así celebró Zizou el Mejor Gol de una Final de
Champions: con un “toma!” mientras correteaba
sin rumbo fijo con su tímida sonrisa. Era más que nunca Yazid, el pequeño de aquellos patios prohibidos, furtivos de La Castellane: Un reducto, casi un
agujero, en la Marsella más marginal. La
Ciudad sin nombre para quienes la
repudiaban en Francia…la Ciudad que da nombre al Himno Nacional
del País de la Égalité. El talento nos hace libres. Y ese
talento, como el corazón o el alma, no entiende de fronteras o de colores.
Con tal mezcla asistimos al final de
un guión inimaginable, “casualmente” una noche de Mayo, con el ocaso de la Primavera.
Una crónica escrita en vivo basada en un solo instante: Un golpe mágico,
armonioso, certero.
El antes y el después solo lo
custodiaban. Fue el entonces, el durante…Delante
de mis ojos…Fue Fútbol: La Vida en 90 minutos.
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