Pero el tiempo no corría. Su
corazón volaba, las emociones latían agolpadas contra su pecho. Apenas podía
sentir algo más que eso. Ni rastro del cansancio. Ni siquiera de esa maldita
herida que amenazó con robarle el momento que tanto había deseado. Desde que vio
a Mario Kempes por primera vez: El Matador. El gol del silencio. El porqué. La
de Amsterdam fue la media hora más larga de su vida. La poderosa Juve caía por
un solo tanto. El suyo. Por delante casi 30 minutos de espera y desesperación.
Tanto tiempo aguardando para estar ahí, frente al azar. Tanto tiempo… y sin
embargo, la vida entera de Pedja fue capaz de desfilar por su mente en ese
instante. Un rostro sobresalía del resto de imágenes a la carrera, de camino al
banquillo de los suyos: Su hijo Andrea. Su motor.
Esta es la historia de un
gol. De un héroe. Pero sobre todo, el camino de un niño de Montenegro hacia un
solo segundo. Ocurrió en el minuto 66 de la final más soñada por muchos. Y él
mismo les contará como pasó.

El túnel del Amsterdam Arena
PEDJA MIJATOVIC: Nosotros no gritábamos mucho. Eran los de la Juventus los que estaban
más acelerados. Eran los favoritos, venían de ganar además el Scudetto.
Nosotros estábamos más tranquilos pero éramos conscientes de la oportunidad
histórica. Me decía a mi mismo: “Bueno, ahora tienes la oportunidad de jugar la
final de la Champions. Es lo que siempre has querido, por eso has venido hasta
aquí…Ahora tienes que hacer todo lo posible para conseguirlo”
ANTONIO ESTEVA: Y cuando estás ahí, ¿en qué piensas?
¿Te acuerdas entonces de cuanto te costó llegar o de alguna persona importante
en tu vida?
P.M: Ante un
partido tan importante solo me acordaba de una persona, mi hijo Andrea. Era mi
motor, mi turbo, es la única persona, todo lo hacía por él, porque estaba muy
enfermo.
A.E: ¿Y en el gol?
P.M: Cuando
marco me acuerdo de todo: de Montenegro, mi infancia, de los 1250 millones y lo
que me marcaron, de lo que pasó en el Valencia…y de Fernando Sanz por supuesto
(él me dijo que iba a marcar y yo no había hecho ni un solo gol en toda esa
champions…)
A.E: Pero marcaste ese gol tan decisivo y además
lesionado. Casi no juegas la final…
P.M: El
crack realmente fue el fisio, Pedro Chueca. Es verdad, juego la final lesionado
y guardando el secreto. Eso me preocupaba casi más. El gemelo me dolía desde
antes y apenas pude hacer algo entrenando. En los días previos, en las últimas
sesiones hacía muy poco…Ni siquiera ensayé penaltis…Nada, muy poco porque no quería
romperme. Si forzaba chutando, o solo poniendo el pie de apoyo podía quedarme
fuera de la final. Empezaba a calentar y pasaba el dolor un poco pero tras el
entrenamiento me seguía doliendo. Incluso entrenaba con las medias hasta la
rodilla para que nadie se diera cuenta de los vendajes.
A.E: La lesión, una Juventus favorita y temible, y
además un vestuario roto, alejado de su entrenador, Jupp Heynckes.
P.M: Sabíamos
que no seguiría Heynckes. Y decidimos tirar juntos hacia la final sin él. Hoy
en día el entrenador es mas importante que entonces pero siguen sin marcar los
goles decisivos. Aún así, el papel del míster es fundamental. Como una orquesta
con su director y sus músicos pero sin restar el protagonismo de nadie. Luego
hay mucha emociones. Hoy hay mucha industria dentro. Es distinto. El ambiente,
la convivencia, el buen o mal rollo hace a los equipos mas fuertes o débiles.
Sigue siendo así.
A.E: Pero en las emociones, en la química de un
vestuario no todo depende de lo que ocurre allí dentro…
P.M: Eso es
lo bonito del futbol. Las emociones. Y todos lo saben y aún así, todos fichan o
quieren fichar por los equipos grandes. En otros trabajos no hay tanta opinión de
dentro y de fuera y además aquí esa opinión es pública. Y por mas que te aísles
no puedes…
A.E: Y mas en el Real Madrid. La presión se
multiplica.
P.M: Depende
de donde vienes y de quien eres. Debes estar preparado y ser tú mismo. Yo
siempre digo: Hazlo como si fuera el último día. Nunca sabes cuando te va a
durar…
A.E: Y duró poco. Fue breve pero intenso…¿por
qué se fue Pedja Mijatovic del Madrid?
P.M: Muchos
creen que estuve en el club mas que tres años…Y eso que ese tercer y último año
fue difícil…Se va Heynckes y llega Hiddink…y luego J.B. Toshack con quien yo no
conecto. Y no sé muy bien por qué, la verdad. Es cierto que en esos momentos
estoy viviendo una situación muy desagradable aquí a kilómetros de distancia de
La Guerra en los Balcanes, donde siguen estando parte de los tuyos y fue duro.
Pero es que con Toshack no hubo feeling desde el principio. Al final de
temporada le dije al presidente del club que si él continuaba en el banquillo yo
prefería marcharme… y así fue. Los roces siempre han existido y existirán.
Seedorf y yo discutimos en mitad de Riazor en aquel 4-0. Muchos hablaban de desastre
en el Real Madrid y mientras decían eso Seedorf y yo estábamos tomando unas cervezas
juntos. Ahora salen muchas cosas fuera, ese es el problema.
A.E: Has hablado de los Balcanes, de tu tierra, ¿qué
queda de ese niño de pelo rizado?
P.M: Queda una persona a
la que le gusta ayudar, muy amigo de los suyos. No he cambiado, mi calidad de
vida sí, pero yo no y llevo mas de 20 años fuera de casa.
A.E: ¿Y el secreto?, ¿por qué ha habido siempre tanto talento concentrado en los Balcanes?
P.M: La
falta de medios hace que los niños jueguen en la calle, obligados…porque no hay
otra cosa para divertirse. Con muy poco puedes jugar al fútbol, con dos piedras
haces una portería. Luego, si tienes la suerte de salir como profesional de
allí ya no puedes volver. Nos educan que debemos triunfar, debemos ser
auténticos guerreros. No hay vuelta.
A.E: Es un viaje que no acaba, como el 8, tu número…
P.M: Eso
es. Es infinito y bonito. Empiezas a circular por él y no acaba. Es el único.
Años más tarde me enteré que es el número de la suerte para los chinos.
A.E: ¿Y por qué no el 10? ¿La piel de los genios, los
mediapuntas?
P.M: A mi me
gustaba Mario Kempes. Siempre fue mi ídolo. Un gran futbolista, un héroe del
fútbol mundial tras la Copa del Mundo del 78. Un tío 10, sin polémicas, tranquilo
al celebrar los goles…Cuando jugaba a fútbol sala de niño yo también llevaba el
pelo largo y rizado como él y cuando marcaba gol solo gritaba: “Mario Kempes!, Mario
Kempes!” Siempre me gustó.
A.E: Y acabó en Mestalla como él, en un grande como el
Valencia…
P.M: Mi primer
día en el Valencia fue muy curioso y bonito. Me planté en la rueda de prensa de
mi presentación como el capitán del Partizan, como una estrella de mi país y
llego allí y me doy cuenta que nadie me conoce…
Y la primera pregunta es: “Oye,
y tú de qué juegas?” y claro fue un choque. Aquello fue un choque y decido,
después de una noche sin dormir, quedarme los siguientes 20 días en Valencia.
No lo tenía previsto, pero me quedo ese verano a entrenar allí para demostrarles
lo que valgo y se notó…arranqué como un tiro.
A.E: ¿Y los compañeros de vestuario?
P.M: Luego
llegaron los demás jugadores para la pretemporada. Allí había ya más balón y
entonces se dieron cuenta de quien habían fichado realmente…
A.E: El Valencia lo hizo estrella, pero salió mal…
P.M: Me fui
porque quería ganar títulos importantes. Fue una salida turbulenta y además en
mi mejor año allí. Fue mi mejor año sin duda y eso que los últimos meses de
competición tenía a todo el campo en contra…jugaba cada semana con el público
en mi contra, tanto fuera como en casa. Siempre en contra y rendí como nunca.
A.E: Pero el motivo no fue tu marcha del Valencia, fue
la forma en la que dejaste a una afición entregada. ¿Que pasó realmente?
P.M: El
problema fue que en un acto con las peñas un mes antes de filtrarse que me
marchaba al Madrid dije que me quedaba. Y lo dije convencido. En ese momento me
quedaba, luego se filtró mi negociación para llegar al Madrid y…
A.E: ¿Qué cambiarías de aquello que te marcó para
siempre, que modificó tu carrera y sobre todo tu día a día?
P.M: Roig,
el presidente del Valencia, me ofrecía mucho mas dinero que el Real Madrid por
quedarme, mucho mas. Pero me marché por títulos, por ganar los títulos que en
ese Valencia no podía…
A.E: Estabas solo en mitad del fuego…
P.M: Hubo
alguien que me apoyó, que me sirvió, para no perderme: Luis Aragonés. Hablaba
conmigo…La verdad es que desde el primer día en el Valencia mi rendimiento
siempre fue el máximo. Y lo fue hasta el último día. Eso está ahí. El máximo.
Puedo entender que algunos valencianistas no me perdonaran, pero yo me vine
arriba ante tanta presión y quise demostrarles eso… y creo que acabé
marchándome a la edad justa, a los 27 años.
A.E: Con alguien nuevo en su vida: los guardaespaldas…
P.M: Fue muy
duro. ¿Sabes una cosa? En un estadio se oye todo, todo…Se percibe toda esa
energía…y era muy negativa, un ambiente hostil. No aguantaba lo del
guardaespaldas, no lo aguantaba. Pero fue el Real Madrid quien quiso… para
proteger su inversión.
A.E: ¿Pensaste dejarlo?
P.M: No. En
absoluto. Tenia muchas ganas de jugar. Y estaba Luis Aragonés. Luis era un
valiente. Me decía con intensidad: “Míreme a los ojos!”. Y en ese momento pensé
que por fin tenía un entrenador…
A.E: Usted vale 1250 millones...Bueno, más bien te lo preguntaron
en la primera rueda de prensa con el Madrid…
P.M: Pesaron
mucho la verdad. Pesa, pesa muchísimo y mas en este club. Era la cifra record
entonces…pero también sabía que costando eso tendría al menos seis meses para
demostrar lo que valía para el madridismo…
A.E: Europa, Madrid, Barça…llegan partidos grandes. Duelos con la historia. Más motivación. Más confianza.
P.M: Es así.
Solo contra ellos puedes hacerlo porque todo el mundo lo verá. Solo tienes ganas
de empezar. Olvidas estados de forma, lesiones o dolores. La adrenalina te
lleva…porque quieres ganar. Esto es el fútbol: Corazón, pensar rápido y estar
siempre en acción en el campo.
A.E: Para Cristiano y Messi todos los días son
clásicos, finales…
P.M: Es
alucinante, alucinante! Es imposible hacerlo. He jugado a esto y sé de lo que
hablo. Para mi Cristiano es mejor. Porque ha jugado en dos ligas y ha sido
protagonista en las dos. Yo soy extranjero y me he fijado en eso, y le doy
mérito, sin restárselo a Messi…Si debo elegir, elijo a Cristiano. Ahora viene
lo bueno. Estas deseando que lleguen estos partidos. El Madrid es ganar.
Siempre lo fue. Y así será. Por eso es el club mas grande. Porque solo importa ganar.
Escaleras abajo llegamos al
Santuario de Pedja. El blanco y el negro presiden casi cada rincón de esta sala
llena de privilegio y sueños cumplidos. Sueños que las horas previas a la final
el propio Pedja evocaba despierto. Jamás durmió siesta y menos la noche
anterior. Su gemelo Suker cerraba los
ojos por él en la misma habitación de aquel hotel. Aquí le hubiese gustado
guardar el balón de la final que el propio Davor mandó al limbo de la euforia
con el pitido del árbitro. Pero en esta habitación ya está su Grial: una
réplica en miniatura de la Séptima Copa de Europa. Apenas brilla y casi no
destaca entre otros trofeos. No muchos porque Pedja Mijatovic es más que un ganador,
es un coleccionista de emociones. En blanco y negro. Los 32 años de distancia
hasta la séptima. Los colores de la
Juventus, el rival que lo metió en la leyenda con su gol. En blanco y negro,
como esa foto sencilla y dedicada de cuando jugaba en el Partizan de Belgrado.
Aún la conserva en la misma estantería. Tenía solo 21 años y todo el tiempo por delante.
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